Resarcir el error
Recientemente ha saltado a la atención pública el caso de un hombre que, tras ser acusado de asesinar a su mujer, ha sido absuelto 3 meses después. Sin embargo, durante esos 3 meses, a la pérdida de su compañera, se unió un duelo aún mayor: ser acusado (sin pruebas suficientemente sólidas) de haber sido él el causante de su defunción.
De poco sirven ahora las disculpas, que incluso en algunos casos todavía no ha recibido este señor. Al dolor de la pérdida, se ha sumado el dolor adicional de ver toda su vida alterada por los 3 meses que ha pasado en prisión. Además de la posible pérdida de su trabajo y el consecuente daño económico que ha sufrido, se añade el descrédito público de ser tildado como maltratador. No hay compensación suficiente que ahora pueda mitigar el infausto recuerdo de 3 meses de su vida perdidos, junto a una pérdida ya bastante dolorosa y con la que tendrá que aprender a reorganizar toda su existencia partiendo de cero.
La justicia debería ser más ecuánime, no acusar motivada por las modas actuales y el ansia de querer buscar un culpable que se ajuste al estereotipo antes de estudiar de forma muy concienzuda las pruebas de los que se disponen. No solo está en juego la búsqueda de la verdad de los hechos, sino también el destino de terceras personas, como se ve en casos como éste. Y ante la duda, aplicar el principio jurídico de la presunción de inocencia, que tan rápidamente se aplica en otras coyunturas, y que en ciertas ocasiones parece olvidarse por completo. Sólo así se podrán evitar errores como el presente en el futuro, y se podrá alcanzar una verdadera justicia que pueda resarcir a las víctimas.